Me ha llamado siempre la atención un título de libro que se oferta como guía para aquellos lectores desconcertados, o no, que quieran acumular el bagaje literario suficiente para irse al otro mundo culturalmente satisfechos: 1001 libros que hay que leer antes de morir.
Cada vez que abro la página de un libro, siento que sale de él un soplo vivificador que contrariamente a lo que propugna el titulo comentado me acerca mas a la vida: a la pasada, a la presente y a la futura.
Tras cada línea de cada libro y de cada autor, está la expresión de un sentimiento vital, revestido unas veces de lo racional, otras de lo cómico, lo trágico; pero todos estos ropajes forma parte de la misma esencia vitalista..
Incluso si nos acercamos a la muerte por mediación de las letras (no me refiero a los testamentos), ya los estoicos fueron capaces de convertir el miedo en serenidad y racionalidad
Acercarse a los libros con la meta final de la muerte es la antítesis de la promoción literaria. Y no porque la muerte no sea un hecho cierto y siempre cercano, por la incertidumbre de su llegada, sino porque ningún autor supongo que escribe con un sentido agónico de finitud inmediata, sino con el de esperanza. Esperanza de transmitir su idea, su yo o el de sus personajes y esperanza de permanecer en el tiempo por mediación de su obra.
Tras la portada de un libro nuevo se nos abre una nueva vida. Cerrando portadas y contraportadas y abriendo otras y otras vivimos mas allá de nosotros y hacemos vivir a quienes dejaron su alma en la obra.
Hubiera sido mejor titular ese compendio con menos cantidad y seguir los consejos de Séneca a Lucilio. en pro de la calidad y ..” de sacar algo que permanezca fielmente en tu alma”.
Hay que leer para vivir, para aprender a vivir; para dar vida.
Lea antes de vivir. Parece anacrónico, pero piense la frase y en el sentido real de lo que significa vivir. Y cuando quiera, muera una y mil veces: de amor, de placer, de odio, de envidia, con Romeo, con Otelo, con Abel Sánchez.......
Lea, pero no antes de morir; procure hacerlo todos los días, antes de acostarse, antes de vivir un nuevo día. Seguro que será diferente y para morir sin mas adjetivos, siempre habrá tiempo.
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