sábado, 10 de mayo de 2008

Leer para vivir

Me ha llamado siempre la atención un título de libro que se oferta como guía para aquellos lectores desconcertados, o no, que quieran acumular el bagaje literario suficiente para irse al otro mundo culturalmente satisfechos: 1001 libros que hay que leer antes de morir.

Cada vez que abro la página de un libro, siento que sale de él un soplo vivificador que contrariamente a lo que propugna el titulo comentado me acerca mas a la vida: a la pasada, a la presente y a la futura.

Tras cada línea de cada libro y de cada autor, está la expresión de un sentimiento vital, revestido unas veces de lo racional, otras de lo cómico, lo trágico; pero todos estos ropajes forma parte de la misma esencia vitalista..

Incluso si nos acercamos a la muerte por mediación de las letras (no me refiero a los testamentos), ya los estoicos fueron capaces de convertir el miedo en serenidad y racionalidad

Acercarse a los libros con la meta final de la muerte es la antítesis de la promoción literaria. Y no porque la muerte no sea un hecho cierto y siempre cercano, por la incertidumbre de su llegada, sino porque ningún autor supongo que escribe con un sentido agónico de finitud inmediata, sino con el de esperanza. Esperanza de transmitir su idea, su yo o el de sus personajes y esperanza de permanecer en el tiempo por mediación de su obra.

Tras la portada de un libro nuevo se nos abre una nueva vida. Cerrando portadas y contraportadas y abriendo otras y otras vivimos mas allá de nosotros y hacemos vivir a quienes dejaron su alma en la obra.

Hubiera sido mejor titular ese compendio con menos cantidad y seguir los consejos de Séneca a Lucilio. en pro de la calidad y ..” de sacar algo que permanezca fielmente en tu alma”.

Hay que leer para vivir, para aprender a vivir; para dar vida.

Lea antes de vivir. Parece anacrónico, pero piense la frase y en el sentido real de lo que significa vivir. Y cuando quiera, muera una y mil veces: de amor, de placer, de odio, de envidia, con Romeo, con Otelo, con Abel Sánchez.......

Lea, pero no antes de morir; procure hacerlo todos los días, antes de acostarse, antes de vivir un nuevo día. Seguro que será diferente y para morir sin mas adjetivos, siempre habrá tiempo.

lunes, 7 de enero de 2008

Los sonidos del recuerdo

Hace unas fechas veía una entrevista que el periodista Antonio San José realizaba al viejo rockero Miguel Ríos. Al momento saltó a mi evocación su música y como no sus comienzos con aquella canción “El rió” que ponía de manifiesto el buen inicio de una carrera profesional que perdura hasta hoy.

Pero no solamente Mike Rivers (como se hizo llamar en determinados momentos) abrió mi ventana retrospectiva del pop español, y de mi juventud, sino que aquella canción deslizó mi vista hacia atrás hasta posarla en los altavoces de los dormitorios de la ULC para repetirme machaconamente aquel “chiri, chiri, chiri…nuestro amor en el rió..” que día tras día nos marcaba la hora

de saltar de la cama para comenzar una jornada nueva, al final de la década de los 60.

Fueron los años de mi estancia en Juan de Mena y Gran Capitán.
Nos incorporábamos al pop mediante aquellas cajas parlantes, que sin embargo emitían otras canciones cuyo contenido ahora considero picasiano. Me explico. Había una ranchera en la que se mentaba a una tal Rosita y cuya letra decía que “rosita estaba de suerte, porque de tres tiros que le dieron, tan solo uno era de muerte”.

Ahora con el tiempo en las sienes y con la sabiduría adquirida me preguntó ¿Cuántas veces se puede morir? ¿Y si los otros dos tiros hubieran sido también de muerte?, pues Rosita probablemente hubiera pasado al libro record de los Guinnes, por morir mas veces de las debidas.

En San Alberto, cuyo timón dirigía felizmente el P. José Luis Zabalza, la megafonía cambiaba y la zarzuela de “El Caserío” sonaba matutinalmente esparciendo por los dormitorios “el sano olor campestre a vacas, heno y campo”. Palabrita del niño Jesús, que así lo definía el bueno de Zabalza, al que conseguí cambiar la zarzuela de Guridi, por una cinta magnetofónica de aquellas de bobina, grabada con todo lo que hasta entonces había salido al mercado de aquellos muchachos de Liverpool, que con larga melena cambiaron el curso de la música pop, la moda, y las costumbres de todos los que por aquella época éramos “teenager”, es decir que en español calzábamos entre 15 y 19 años.

Hasta el propio Zabalza reconoció sabiamente: No tocan mal estos muchachos.
Beatles, Rollings, Pekenikes. Formula V, Pops Top, etc, etc. Pasaron por aquellos altavoces, conectándonos con la música del momento.

La memoria no es monosensual, y todos los sentidos, dan colorido al recuerdo. El sonido forma parte de esa maleta del tiempo, y la armonía de los sonidos, que es la música, también. Por eso he creído conveniente añadir una NOTA más, y en este caso musical, al blog.